La organización sin fines de lucro Social Progress Imperative, encargada de medir el … [Leer más...]
Competitividad como actitud
El Caribe, 13/8/2009
Por María Victoria Abreu
Hablar de competitividad está de moda. Economistas, políticos y hacedores de políticas, empresarios y profesionales de todo tipo, utilizan ya el concepto muy fluidamente dentro de su vocabulario coloquial, sin detenerse a pensar con profundidad y seriedad en las implicaciones reales que este concepto tiene en sus vidas y profesiones, en su bienestar presente y futuro.
Competitividad es un concepto definido por distintos autores como «la capacidad de ocupar y liderar posiciones dinámicas del mercado en proporciones cada vez mayores», «capacidad de diferenciarse de los competidores por la eficiencia y la productividad del sistema propio», «capacidad de mantener ventajas comparativas en los mercados globales»… En fin, ser competitivo es contar con un sistema productivo, basado en capital humano eficiente y efectivo, que permite alcanzar niveles superiores de bienestar social y económico, en un marco predeterminado.
Más que una característica («ser competitivo»), debemos entender la competitividad como la actitud de cada individuo, de la población en su conjunto, que define la visión de futuro del país y determina su desempeño en distintas áreas.
Solemos pecar de utilizar y entender la competitividad únicamente en los medios empresariales y productivos, relacionando el tema necesariamente a economías de escala, productividad, ventajas comparativas, costos y beneficios. Sin embargo, debemos considerar que ser competitivo a nivel país trasciende la mera forma de plantear y desarrollar cualquier iniciativa de negocios o inversiones, trasciende el sistema productivo, y tiene una estrecha relación con la actitud de cada agente en
la economía, tanto a nivel individual como institucional.
Un país no es competitivo si sus instituciones (públicas o privadas) son débiles, ineficientes, ineficaces, impuntuales, y operando bajo marcos regulatorios obsoletos, poco modernos y adaptados a las necesidades actuales del mundo globalizado. Una institución (pública o privada) tampoco será competitiva si sus empleados a todos los niveles no se apropian de la visión y la misión de la entidad, entendiendo la importancia del desempeño individual para la productividad y la competitividad grupal e institucional.
Ser competitivo empieza con tener una actitud competitiva. Y esta actitud hay que cultivarla, hacerla parte de la cultura. Asumir una visión de futuro, ampliar los horizontes, ir más allá de lo requerido. Ser eficientes y puntuales, optimistas, con vocación de servicio y trabajo, son elementos muy importantes para poder ser competitivos. Ser un país competitivo empieza con tener una sociedad competitiva. Y en el mundo globalizado de hoy, donde la interacción entre los agentes se hace en tiempo real y los sistemas productivos están relacionados directa o indirectamente, es ineludible ser competitivos.
Los países, para efectivamente crecer y poder transferir este crecimiento a mejores niveles de bienestar y calidad de vida de sus poblaciones, tienen que adaptar sus economías a las corrientes globales y ser competitivos.
Hay que tener presente que la competitividad no es cuestión exclusiva de la voluntad política del Gobierno o la voluntad estratégica de los empresarios del sector privado. Es también una responsabilidad de todos los ciudadanos y ciudadanas. A nivel individual la población de un país debe asumir la actitud de ser competitivo para poder generar riquezas que aumenten su bienestar y haga sostenible el crecimiento y el desarrollo socioeconómico, suyo propio y del país en su conjunto.